la consecuencia
sitio de Ana María Cano y Héctor Rincón

Columna. El Espectador.
Los gestos y la época.
Agosto 2014.

Ana María Cano Posada

La apuesta del gesto

El gesto reemplaza al acto, prolifera su intercambio como moneda y alcanza el valor del hecho, de trasformación, sirve como acta de lo que ocurre en una época instantánea y efectista.

Se echan un balde de agua fría en la cabeza y lo reproducen como virus en video: dicen financiar la asociación contra la enfermedad de Stephen Hawking y otros, la Esclerosis lateral amiótrófica de la que todo se desconoce pero tanto se sabe de famosos que se retan: Falcao, Shakira, Juanes, Anthony Burdain o Putin, se echan su baño de fama con el pretexto de ayudar a pacientes que pierden el uso de sus músculos, pero sin mencionar cuanto aportan, multiplican el gesto como si salvaran el mundo. No echan mano al Ébola que toca a la puerta como pandemia, porque no tiene el glamur del otro mal tan exclusivo. 

Gesto, tatuarse la cara de Galán, hombre clave en la historia colombiana asesinado 25 años atrás por narcotraficantes aliados con políticos, y entre los homenajes un tatuaje se hace su hijo Juan Manuel en la espalda con el ícono. Escoge ese pedazo de piel para que se lo vean los demás y no él; la herida se llena con tinta y queda registrada en Discovery. La imagen hace que exista. Un observador lamenta que no sean las ideas de Galán las que le hayan quedado grabadas, de aquel hombre trascendental en el modo de ser y en el rigor del pensamiento, termina tatuado en su hijo. Siquiera el líder se ahorró este cuadro. 

Al inventor del  reto del balde de agua fría, un muchacho desconocido antes de la campaña que creó por un amigo beisbolista que padece la esclerosis lateral, su éxito lo llevó a lanzarse muy alto a bucear y nunca más flotó del chapuzón que le costó la vida.

Una frase, un video, una fotografía reproducidas en redes sociales pone en jaque la credibilidad de un sistema o a la defensora del sistema. Once lectores en la línea amarilla del Metro de Medellín inducen en silencio a la evacuación de la estación. Muy lejos de ahí, la frase de la directora del Fondo Monetario Internacional “Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global; tenemos que hacer algo ya” dispara su imagen.  Nadie busca comprobar qué pasa pero reaccionamos a los gestos, porque todo es instantáneo y convencional y hay que encontrar el rasgo preciso para llenar la expectativa y no pasar desapercibido que equivale a morir.

Al Metro en Medellín su cultura aprehensiva lo descarrilan unos ociosos que juegan a provocarlo al leer en fila esperando el vagón sin entrar en ninguno. Esta broma de bachillerato enerva a los policías bachilleres que lo vigilan.

Christine Lagarde, con su bronceado constante y su pelo canoso, defiende a ultranza la economía de mercado del Fondo Monetario Internacional que maneja, con sus gafitas leninistas de Lennon, no de Lenin, al decir la frase lapidaria que ha vuelto sentencia catapultándola: la longevidad es un riesgo financiero.

Una selfie, el autorretrato inglés, la palabra reconocida por el diccionario Oxford en el 2013. Un emoticón, signo de puntuación como un rostro determina el tono en un mensaje. Un tweet al desgaire lanzado a la red pasa a ser lo que mas se reproduce del momento crucial del encuentro de víctimas y victimarios de Colombia en La Habana. 

Ventisca de muecas. Gestos en lugar de hechos, es la apuesta de la época que se llena sin hacer nada. Encubre el vacío que tapa. Digiere lo inmediato y queda ávida del próximo gesto.