Lo prodigioso que tiene
es lo prodigiosa que es
Pisos térmicos, lluvias, ecosistemas, valles, páramos. Todos los prodigios de una Colombia prodigiosa los tiene la región andina. Todos
Cuando se piensa en los Andes, cuando se escribe sobre los Andes, surge la imagen de esa ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles y de los vientos del sur que en el poema de Aurelio Arturo corren por ese bello país donde los verdes son de todos los colores. Se piensa en los abismos sin fondo que se desprenden de las cordilleras y en aquellas recuas de arrieros que la historia ha sacralizado. Y se sueñan pueblos con casas de tapias blancas y entejados pardos unidos por caminos sólo aptos para serpientes.
Todo eso es los Andes de Colombia. Un mundo intrincado parido entre las nieblas, allá donde las tres cordilleras se desatan el nudo y empiezan a ser las columnas vertebrales del país todo. Entonces se forman páramos y serranías, ruedan los ríos que originan los valles, caen los arroyos, surgen las lagunas, se hace este colosal país Andino que va desde esa terraza del Macizo colombiano hasta cuando comienza el reino de las sabanas Caribe, el mundo anfibio de las ciénagas. Habrán pasado entonces unos doscientos ochenta y dos mil kilómetros cuadrados, que equivalen casi al treinta por ciento del territorio continental.
En ese mundo cabe la naturaleza toda. Aunque en los Andes habite el setenta por ciento de los colombianos en el comienzo del siglo XXI y esté en sus laderas y en las vegas de sus ríos el sesenta por ciento de sus ciudades y pueblos, a pesar de esa densidad y con lo que ello supone de riesgo para la vida vegetal, está aquí la tercera parte de la flora total: doscientas familias de plantas, mil ochocientos géneros y diez mil especies, lo que significa más de lo que hay en la Amazonia o en el Pacífico. Increíble, sí, por las imágenes que concurren a la mención de aquel tupido bosque amazónico y de aquel mar verde surcado de ríos y de riachuelos del Pacífico, pero es que lo andino es alto, es medio, es bajo; es páramo y es templado y es ardiente; es bosque de niebla y es bosque seco. Lo andino colombiano son todos los climas, todos los ecosistemas, todos los árboles, todas las plantas, los musgos, los líquenes, las lianas.
Mirado de sur a norte, de abajo hacia arriba, todo comienza en Nariño, que en su parte andina alberga volcanes que se llaman Chiles, Cumbal, Azufral, Galeras, Doña Juana, y ese altiplano de Ipiales y Túquerres que hace frontera con el Ecuador. La Cocha, un santuario de flora y de fauna, de aguas quietas y anchas y largas, marca el límite andino de Nariño con lo que es el comienzo del bosque amazónico por el Valle del Sibundoy, en el Putumayo.
Se pasa por cuarenta y siete zonas de reserva natural para llegar al Cauca, el departamento coronado por el Macizo colombiano. Un mundo de cumbres y filos, de abismos y de ríos: nacen allí el Cauca, Magdalena, Patía, Caquetá y Putumayo. Nada menos.
Más arriba, el Valle del Cauca, que son doscientos cuarenta kilómetros de largo y llega a tener treinta y dos kilómetros de ancho entre las cordilleras que lo circundan. La oriental y la occidental. La vegetación, toda la imaginable, toda la que cabe en una tierra portentosa que va desde los mil metros sobre el nivel del mar hasta los 4.080, que es la altura que tiene el pico Pance. Páramos (Tatamá, Tinajas, Chinche, Iraca, El Rosario) y ese bosque de transición hacia el océano pacífico, hacen de esta parte de la región Andina de Colombia uno de sus más opulentos territorios.
Tan vasta es esta tierra que en su descripción lineal sigue mencionar al Huila y al Tolima, que, por decirlo así, pertenecen más a la cuenca del Magdalena, así los dos tengan en las cordilleras volcanes y nevados. Y, por ese mismo flanco oriental, van Cundinamarca y Boyacá, departamentos empinados en las cumbres de la cordillera o recostados en sus sabanas fértiles o superpobladas, aunque también los cundiboyancenses tengan relaciones muy directas con los climas ardientes de las orillas del Magdalena.
Más por el lado del valle que forma el río Cauca, están Quindío, Risaralda y Caldas, así la inmensidad de este último departamento lo haga partícipe de la clorofila cálida que hay sobre el Magdalena y de esos tepuyes gigantes que por los lados de La Dorada hablan de mares pasados. Naturaleza pura, tierra que huele, árboles que crecen, flores que encandilan de colores tan vivos.
Y en este sobrevuelo por el país de los Andes aparece Antioquia con sus cordilleras, sus ramales, sus valles poblados y sus ríos que tributan tanto al Magdalena como al Cauca y sus bosques de transición que van tanto hacia el Atlántico (por Urabá) como hacia el Pacífico (por el suroeste): Y las serranías –la de San Jerónimo, la de San Lucas, la de Ayapel– que son como la agonía de las tres cordilleras que invitan a las sabanas del Caribe a que se hagan presentes en la extensa y bellísima geografía de Colombia.
Así es. Abajo, en ese abajo que se afianza en las zonas ardientes de los valles del Magdalena y del Cauca, abajo en Ambalema, en Honda, en Purificación, en Supía, crece una vegetación exuberante donde abundan la caña de azúcar, el algodón, el tabaco, el plátano, el maíz. Por decir algunos. Y otros: cacao, banano, arroz, naranjas, limones, mangos, piñas, tamarindos. Nísperos, zapotes, mamey y todo aquel frutero exótico y todo aquel milagro de palmeras y de mangles. La altitud y a ella sumado el régimen de lluvias, le pone a esos lugares unos árboles gigantes y unos bejucos de selva que los mantuvieron vírgenes durante cientos de años y aún quedan algunos reductos de bosques naturales.
Más arribita, cuando se sube de los mil metros sobre el nivel del mar, en las laderas que son muy zona Andina, en donde reina el café, se mecen los guaduales que hacen el paisaje más asiduo. Señales de vida, de vientos y de agua son estos pastos gigantes, las plantas más útiles que le da la vegetación a los colombianos y por lo cual en este volumen de Savia merece un capítulo y el homenaje de ser su carátula.
Además de guadua y de café, en la altitud de hasta los 1.500 metros sobre el nivel del mar, se sigue cultivando caña de azúcar y plátano y banano. Y aparecen los aguacates, los guayabos y las guamas. Es aquí, en esta zona mediana, en donde comienzan a distinguirse más los árboles que serán comunes en las tres cordilleras como el roble andino, el primero entre ellos. Y también los cámbulos, los gualandayes y las ceibas.
Entre los dos mil y tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, en los Andes de Colombia se cultiva papa, cebada, trigo, quina, fique, hortalizas. Y crecen los cedros rojos, los laureles, las fresas y el anís. La uva de monte y el caucho blanco. A esta altura aún hay bosques y comienza a abrirse la zona en donde los frailejones, los musgos y los chusques tienen el dominio.
En lo andino está resumido todo el patrimonio vegetal de Colombia por su extensión y por su variedad. Por el privilegio de las tres cordilleras donde se recuesta y por la virtud de tener esos dos valles poderosos y primorosos que le forman los ríos Magdalena y Cauca. Entre las cordilleras central y oriental se abre el primero, y el segundo se hace entre la central y la occidental. Paralelos corren esos ríos y reciben sus afluentes desde las montañas hacia cuyas laderas se ha desarrollado buena parte del país.
Dije de riqueza botánica de los Andes de Colombia a pesar de la densidad de su población en ella. De los casi (o más) de treinta millones de colombianos que viven aquí en estas primeras décadas del siglo XXI. Pero a pesar del trajín al que ha sido sometida esta tierra, a la colonización y la potrerización y el maltrato urbano, aún hay en ella vestigios de bosque nativo. De las 59 millones de hectáreas de bosque natural que aún registra el país en esta época, el 17 por ciento pertenece a la región.
Todavía quedan bosques, pues, pero no como aquellos que hubo en toda la cuenca del Magdalena central, que era la selva tupida del Carare-Opón. Por decir de un territorio que fue despojado de su floresta para la agricultura. O bosques como el que había en todo el suroeste de Antioquia, en los límites con el Chocó, que eran bosques como del Pacífico hasta que la expansión urbana y la economía volvieron esas tierras lo que son hoy.
En las crestas de las cordilleras, de las tres cordilleras, hubo bosques y bosques de laurel comino y de robles. Tanto comino (Aniba perutilis) y tanto roble (Quercus humboldtii) había, que con la madera de estos árboles se construyeron casas-puentes-caminos-ferrocarriles-postes-vigas-pisos-barriles, sin que se le retribuyera a la vida vegetal la reforestación generosa y por eso ahora son especies al borde de la extinción.
Los robledales fueron, diría, lo que hoy los guaduales. Porque crecen desde los 750 metros sobre el nivel del mar hasta los 3.450. Un árbol multialtura. Un árbol interdepartamental: robles hay, hubo, en las cordilleras que atraviesan 18 departamentos donde se mecían airosos con sus hasta 25 metros de altura con los que esparcía sombríos anchos. Robledales inmensos que todavía hay, que todavía quedan, pero que hay que salir a buscar y se encuentran como aquel que vimos por los lados de Yarumal, en Antioquia, con su alborozo rojizo.
La deforestación que casi arrasó con los robledales, los arbolocos y el comino, los tiene en peligro crítico, según las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y así aparecen en el Libro rojo de plantas de Colombia. Estos despojos de los bosques andinos se produjeron por el uso excesivo del recurso (los robles fueron utilizados en los siglos XIX y XX hasta para curtir pieles con sus cortezas) y también por la ausencia de una política de reforestación de especies útiles.
O casos como el que está pasando por la guadua, sometida a legislaciones que impiden su corte legal, lo cual incentiva el mercado negro e inhibe a los reforestadores a emprender ambiciosas empresas de siembra porque ven en el futuro impedimentos para su comercialización.
A estos vaivenes o maltratos ha sido sometida la vegetación. Y más: en las últimas décadas, ha avanzado la destrucción para abrirle paso a la siembra de cultivos ilícitos, especialmente en el sur del Colombia. Y a ello se ha agregado la aparición de la minería ilegal, que no sólo deforesta sino que esteriliza la tierra.
Mientras tanto, mientras todo esto, el viento sigue soplando en la cordillera. Y las lluvias caen y el sol alumbra. Ese proceso generoso de la naturaleza no se detiene para que vuelvan a nacer las esperanzas a la espera de que nazca también la conciencia de la Colombia andina y ponga a salvo a esta parte básica del país.
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(Recuadros de apoyo informativo)
Deforestación voraz
La Colombia andina contiene la mayor variedad de tipos de bosque gracias a las distintas condiciones climáticas que la componen, aunque muchos de ellos son bosques fragmentados debido a la presencia humana. Esto se debe no solo al poblamiento que sobre la región se ha asentado, sino a la actividad agrícola, ganadera y, especialmente en los últimos largos años, a la minería ilegal que está arrasando. Hay bosques selváticos, de niebla y enanos, entre otros. Y sobre ellos hay una deforestación que en el año 2015 fue de 124.035 hectáreas en todo Colombia. Aunque disminuyó en un 12 por ciento en comparación con la que se registró en el 2014, las cifras más que preocupar, indignan. La región Andina deforestó el 24 por ciento de ese gran total nacional.
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Causas del desastre
En Colombia las cifras de deforestación se obtienen a través del Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono. Y dentro de las razones por las cuales Colombia viene perdiendo su bosque en estos años del siglo XXI, figura la minería ilegal que tiene mayor presencia en el Pacífico y en el nororiente de Antioquia. La tala, también ilegal, en Nariño, Caquetá, Guaviare, Norte de Santander, Antioquia y Cauca. Los incendios forestales acudieron a los actuales índices de deforestación, especialmente en la Orinoquia, en el Pacífico y en la zona Andina en Nariño, Tolima, Cundinamarca y Norte de Santander. Otro mal para la vegetación es la devastación para abrirle paso a los cultivos ilícitos especialmente de coca para la posterior elaboración de cocaína. Se estima que en el 2015 se perdieron por ello 37 mil hectáreas en Norte de Santander, Caquetá, Putumayo, Cauca, Meta, Nariño y Antioquia.
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El agua que has de beber
A pesar de las cifras que suelen ser de cientos de miles de hectáreas deforestadas cada año, Colombia parece no tomar la conciencia que se requiere ni las decisiones que se imponen ante un tema dramático. Y mortal si se le mira por el lado del agua. En la sola región de la cuenca de los ríos Magdalena y Cauca hay 244 municipios que alimentan sus acueductos de las aguas que recogen de esos ríos o de sus afluentes. No tienen otros recursos que el de las aguas superficiales. Y esas aguas no solo deben ser cuidadas en los orígenes a través de una vegetación que la guarde y la reproduzca, sino que debe ser mantenida en buenas condiciones para su consumo humano. Las aguas de la cuenca hídrica del Magdalena-Cauca, solo equivalen al 13 por ciento del total nacional y de ellas deben beber cerca del 70 por ciento de los pobladores del país. Una paradoja: la amazonia tiene el 37 por ciento del potencial hídrico y en su cuenca sólo está el uno por ciento de las cabeceras municipales de Colombia.
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En letra cursiva
La variedad de ecosistemas de la región Andina es lo que determina la altísima variedad de especies tanto botánicas como zoológicas en un mismo territorio. En especies de plantas es tal la diversidad que muchas hacen parte de familias botánicas diferentes, aunque por sus características morfológicas y moleculares se encuentran catalogadas en distintos grupos. Entre las familias botánicas sobresalen las lauráceas, como el laurel (Laurus nobilis), el comino o comino crespo (Aniba perutilis) y el apreciado aguacate (Persea americana). También se destacan las fabáceas o leguminosas, como el cámbulo (Erythrina poeppigiana), cuyo nombre genérico hace referencia al rojo de las flores: Erythros rojo en griego. Además de la guama (Inga edulis) y el tamarindo (Tamarindus indica). También sobresalen las Sapotáceas como el níspero (Manilkara zapota) y el sapote (Pouteria sapota), las rutáceas, la familia de los cítricos, como la naranja (Citrus x aurantium ) ó como el limón (Citrus aurantiifolia).
Las malváceas, contituyen una familia de plantas de gran importancia económica porque a ella pertenece el cacao (Theobroma cacao), cuyo nombre genérico Theobroma, significa en griego el alimento de los dioses, además del algodón (Gossypium barbadense), y la espectacular Ceiba (Ceiba pentandra). Las poáceas, la familia de los pastos, es llamativa, es importante y está muy presente en la región Andina. A ella pertenece la caña de azúcar (Saccharum officinarum), el maíz (Zea mays) y el arroz (Oryza sativa). Y dentro de ésta familia también están los bambúes, como es el caso de la guadua (Guadua angustifolia), que por su resistencia y especial morfología es altamente apreciado en arquitectura y diseño
Las plantas más constantes
Familia | Nombre científico | Nombre común | Usos |
Asteráceas | Espeletia sp. | Frailejón | Apreciado en medicina tradicional por sus hojas antiinflamatorias |
Asteráceas | Montanoa quadrangularis | Arboloco | Utilizado para la recuperación de terrenos erosionados y deforestados |
Bignoniáceas | Jacaranda caucana | Gualanday | Especie ornamental y maderable. Sus hojas son usadas como antibiótico |
Fagáceas | Quercus humboldtii | Roble, roble de tierra fría | Madera fuerte y resistente para construcción |
Lauráceas | Aniba perutilis | Comino crespo, comino | Madera resistente al comején. Apreciada en ebanistería |
Malváceas | Ceiba pentandra | Ceiba | Madera para carpintería. Con múltiples usos medicinales |
Malváceas | Theobroma cacao | Cacao | Contiene teobromina que aumenta niveles de dopamina y serotonina |
Meliáceas | Cedrela odorata | Cedro, cedro rojo | Madera resistente al comején y de altísima calidad. Usada en ebanistería |
Poáceas | Guadua angustifolia | Guadua | Múltiples usos. En construcción y en artesanías |
Rubiáceas | Cinchona officinalis | Quina | Contiene quinina, para combatir la malaria. Además su madera es de alta calidad |
Rubiáceas | Coffea arabica | Café | Utilizado en medicina por sus propiedades diuréticas y estimulantes |
Solanáceas | Nicotiana tabacum | Tabaco | Es utilizado en medicina, porque tiene un efecto sobre el sistema nervioso central |