Una figura de negro camina de lado a lado el escenario oscuro en primer plano: atrás cinco músicos contorneados por la luz azul improvisan un ritmo que por momentos se va a haciendo más reconocible. Un potente reflector blanco “resuelve en dudas” aquella sombra y el auditorio descarga un aplauso: el rostro de Joan Manuel Serrat y el requeteconocido “Hace algún tiempo en ese lugar…”, devuelven a Medellín la imagen del famosos cantante catalán para quien ya ha pasado una generación en su público y sigue en pié su popularidad, tanto o más como aquel día en el Festival de Eurovisión cuando la misma canción le hizo ser ganador.
Pero no es el mismo. La madurez ha obrado en él, aunque en la escena y con las luces, el tiempo parezca detenido y este Serrat, el mismo de hace siete años. “Ya no aguanto tres-cuatro noches fuertes, como cuando tenía veinte años” dice para explicar ese hombre ojeroso y agotado que llegó procedente de México al día anterior. ¿Es un cansancio de sentir, es un agotamiento de él consigo mismo? “No, no me canso ante las cosas, me cabreo, siento rabia, impotencia, por aquello que está mal. Pero mi trabajo sigue igual”.
El prestidigitador
No sólo es el asentamiento de los años –que aún no le roban cierto aire de muchacho rebelde-, lo que muestra un Serrat distinto. Las manos, que antes mantenía recatadamente a cada lado del cuerpo, ahora señalan, expresan, dominan, se regodean como las de un prestidigitador. En medio de una canción…”Se hacinan, arriba, abajo, a un lado”, su voz se pierde y con un gesto de impaciencia pega un puño al micrófono muerto. Nada. Sus excusas se ahogan en los telones. Aprovechando la luz que no se fue, como una resolución repentina, da una orden al luminotécnico que le siga hasta atrás, al pianista que acompañe su número con un fox de cabaret, roba al baterista sus palillos, tira la cabeza hacia atrás y con la boca trata de sostener el impertinente palito que se cae mostrando su inexperiencia en estos malabares. El público revienta de risa por aquel sumiso esfuerzo por divertir y hechizado espera a que el “milagro eléctrico” vuelva a contribuir con el artista.
Conmigo no
El auditorio del Pablo Tobón Uribe se surtió, en dos años de ausencia de Joan Manuel Serrat, de adolescentes que hacen a un lado el “disco” para tomar esas letras y esa voz que les hablan de lo que sienten todos los días. Los primeros seguidores de Serrat ya son papás y estas dos generaciones, se encuentran y acuerdan en un mismo punto: “quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa”.
Pero esta nueva generación que admira a Serrat es muy distinta de la anterior… “Será distinta con sus progenitores, pero conmigo no”, dice con ese seseo catalán mitad español y mitad contemplación.
La función ha terminado, los aplausos no han podido vencer una vez más el telón, Serrat recibe el asedio de cualquier revista de farándula que busca pescarlo sin camisa y sus jóvenes fanáticas burlan los cuatro guardias que custodian la entrada de camerinos, subiéndose por el escenario. El revuelo de sudor y agitación se calma tras el portazo que encierra al catalán con los faranduleros.
Los más nerviosos entre bastidores son el empresario, un muchacho sin mucha codicia en las pupilas todavía, que trata de ordenar la peregrinación y las fanáticas de uniforme que alistan su cuaderno de física y el bolígrafo para cualquier hendija que abra el vestuario del ídolo. “Hoy me cambio de habitación en el hotel; ¡joder! Ayer recibí más de mil llamadas solicitando hasta lo más insólito. Un papá me pidió que si su hija podría tener cinco minutos de conversación con Joan Manuel”, reniega el “manager” con gracia.
Los músicos del conjunto discuten, entre tanto, el costo de la vida en Medellín convirtiéndolo en pesetas: “Los de anoche son los espaguetis más caros que he comido en toda mi vida” dice el bajo; bajo sólo de instrumento porque de estatura es alto.
Otros periodistas especulan sobre “si estará dando declaraciones políticas”, otro dice que él dijo que “todavía existe el franquismo en España”, otro confiesa que lleva dos días siguiéndolo y todavía no consigue una cuartilla completa. El único que parece traspasar con tranquilidad la barrera gris y la conversación de dentro, es Zapata “el de las luces”, que estira como pasaporte la camisa roja que Serrat vestirá en su segunda función y esta bandera le permite entrar de inmediato.Chaacon, el músico de las guitarras, mide con un sofisticado instrumento si la guitarra de Serrat (con un “buche” en la caja de resonancia que la hace parecer a un laúd) no se ha desafinado en la presentación. Minutos más tarde, en su vestuario, sabríamos que esta guitara que tiene hace cinco años le permite amplificar directamente el sonido, sin los riesgos de plantarse frente a un micrófono.
Hasta que me echen
Con una nube de humo, su camerino recibe al visitante. Con camisa de algodón pero aún sudoroso, parte cigarrillos con filtro par consumírselos, uno cada cinco minutos.
“¿En Cuba?, No, yo no he vivido nunca en cuba ni pienso hacerlo hasta tanto no me echen de Barcelona, donde está mi casa. Pero si voy mucho. Allí tengo grandes amigos como el negro borrachito de Pablo Milanés y ese tipo excelente que es Silvio Rodríguez”. Ambos, cantantes de la Nueva Trova Cubana, se acercan al estilo de Serrat en su idea de la canción popular y de la poesía.
“La canción popular es la única que existe y eso lo entendieron los músicos desde el Medioevo. No es popular porque se compre mucho: es un patrimonio del pueblo que sólo se rompe cuando ciertos mecanismos de poder meten a la fuerza la música a la corte y la hacen ser para una clase social. No existe división entre clásica y popular. Pero claro, eso depende de cómo tome el artista su trabajo, de dónde se surta”.
“ Sí existen muchos en la actualidad que entienden esto: Soledad Bravo, Mercedes Sosa, Yupanqui, Biglietti y el mismo Guaraní que ahora se encuentra acá. Cómo es que lo etiquetan de político para reñirnos con él y para limitar su comunicación. Si todo hombre es político y solamente siéndolo podemos defendernos de la agresión social”.
“La mía es una canción popular. De inmediato se reconoce que me la dictó mi entorno y por lo tanto es automáticamente popular. Sólo que utilizo el lenguaje y los medios a mi alcance: eso es lo que pongo yo”.
“Usted sabe, yo sé, todos sabemos lo que debe hacer el cambio humano que traiga consigo una revolución. Creo en la revolución de las escuelas y de las ideas, no de las ideologías. Pero, (sonrisa de lástima) creo que todavía no están los medios que permitan esa coexistencia, esa revolución en forma bonita y generosa”.
Época llena
“Las nuevas composiciones las tengo algunas escritas, otras pensadas, otras listas. No puedo explicarlas porque sólo sé decirlas como salen al final. Sería como mostrar las bragas sin desvestime. la línea, tampoco sé: no sé ni siquiera qué línea ha tenido hasta ahora. Hacia marzo del año próximo, saldrá este nuevo disco”.
“No hay cansancio en mi trabajo. El que vio ayer era sólo fisiológico. Estas es una de las épocas más llenas de mi vida, en cuanto a funcionamiento personal y a descubrimientos. Si algo me producen las cosas es cabreo, nunca impotencia”.
El vigor, el seguir dando batalla, le hacen cantar más fuerte; poner más rabia en su trabajo. “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo” y eso es lo que le regala al público este Serrat que ya tiene dos generaciones en público.
16 de noviembre de 1979