la consecuencia
sitio de Ana María Cano y Héctor Rincón

Columna | El Especador.
Una carta arrepentida.
2005.

Ana María Cano Posada

Recibieron una carta inesperada. El hijo de quien mandó matar a su papá quiere disculparse por no tener responsabilidad propia en los asuntos criminales paternos que para él todavía tienen efectos. El hijo de Pablo Escobar pide perdón a los hijos de Luis Carlos Galán. Algo debió provocar su necesidad imperiosa de saldar cuentas de sangre con palabras. Un hastío de vivir cada día las consecuencias de lo cometido y de tener que responder por lo que no se hizo, pero que se carga a cuestas. 

Por su parte, los hijos de Luis Carlos Galán, Claudio, Carlos Fernando y Juan Manuel, tres hombres dedicados al legado paterno, no podían imaginar que existiera este arrepentimiento de parte de quien se había ido del país, cambiado de nombre y buscado huir de la sombra de su padre, un criminal reconocido en Colombia y fuera de ella. Menos aún podían imaginar que fuera capaz de expresarlo. Una trama insólita que rompe las repeticiones de los hechos que circulan una generación tras otra, siguiendo árboles genealógicos enteros de crímenes y venganzas. Un desconcierto para los tres muchachos Galán que han visto pasar 19 años a la espera de concluir una investigación que se escamotea, que se distrae. Otra frustración más de tantos crímenes no esclarecidos de los que está tejida la historia del país, con las confabulaciones que truncan las mejores promesas.

Pero la carta de Sebastián Marroquín, antes Juan Pablo Escobar, introduce un elemento inusitado que hablaría de un giro de la nueva generación de hijos que han entrado a vivir y a fabricar el país en los que sus papás y sus abuelos se han visto caer unos a otros. No se conoce la carta, que aun no ha sido respondida siete meses después de recibida, porque debe ser tortuoso identificar el sentimiento que produce esta petición que es una amnistía en la cadena de dolores heredados. El cambio de  tercio de quien se supone debía hacer parte del bando de su papá, obra como un ingrediente insólito. Y es una sacudida concreta para el pensamiento de los tres muchachos Galán que ya de suyo, por lo que han hecho muestran que quieren pensar en cambiar el rumbo, en no repetir el esquema y sacudirse el odio de perder a su papá por otra confabulación de Colombia contra sus reservas. Pero tampoco pueden borrar con sólo pedírselo, la sentencia que Pablo Escobar dejó caer sobre él. 

Ya ha crecido otra generación de huérfanos de los asesinados que concebían un país distinto y lo tenían pendiente en sus vidas. Varios descendientes han optado por la vida pública que podían tener proscrita porque en ella perdieron a sus papás, pero han reconstruido su escogencia a pesar de la marca que traen y algunos se han liberado del estigma. Otros han escogido vengar la muerte de manera cifrada. Pero muchos más tienen que seguir cargando con lo que hicieron antes porque también ha crecido una generación de hijos de los comprometidos en estos crímenes, que rara vez han sido juzgados ni pagados sus cargos. 

La carta inusitada podría ser el argumento de una de esas nuevas películas colombianas que no retratan el conflicto pero quieren servirse de la carga dramática que tiene. O llegaría a ser una obra en busca de Shakespeare.  Pero no es apta para un libretista apurado en los canales privados. Necesita un narrador este episodio: cómo lleva la generación que sigue, la patología  de la violencia que se recicla, se reedita y cómo entran a romper la saga que hereda deudas de venganza. Habrá un puesto para esa carta en el Museo Nacional, como un elemento de los que forman esta fantasmagórica alma colectiva.