la consecuencia
sitio de Ana María Cano y Héctor Rincón

Columna | Revista Cambio.
Cine colombiano e identidad nacional.
2008.

Cine el que tenemos

Si a eso vamos, a que debatamos qué identidad tienen algunas manifestaciones nacionales, yo diría que el cine colombiano es más verdad que el fútbol colombiano, por ejemplo; y lanzaría una pedrada de provocación al asegurar que el cine colombiano es ahora tan verídico como la literatura colombiana que lleva muchos más años y que hasta un Nobel nos ha adornado; e iría más allá si digo, como digo, que el cine de aquí es más representativo que la pintura de aquí.

Pero no. Paso raudo por esas tentaciones de controversia y más bien me quedo en el sabor que me deja que ya haya una segunda semana del cine colombiano que es la que tiene lugar en estos días y que ha permitido que en 16 ciudades se vea cine hecho en casa. Para una expresión cultural que duró tanto tiempo intentando nacer y cuya gestación produjo largas carcajadas de desprecio, que ahora tenga espacios para exhibir sus frutos es demostración de haber conseguido lo más preciado que es el público.

Por su larga historia de intentos de nacimiento, el cine nacional logró un escepticismo. Tan dramática fue su gestación y tan doloroso su parto que si no hubiera sido por unos perseverantes se habría impuesto la teoría de acuerdo con la cual un país no necesita tener un cine propio. 

Pero quedó atrás ese derrotismo y quedaron para la historia decenas de películas de sonido pésimo y de ediciones pérfidas y de historias fofas. Y de un público que asistía a reírse de tanto amateurismo pero que si iba era tan solo atraído por ver en pantalla gigante y con luz apagada a los protagonistas de la televisión que en la televisión no podían aparecer como aparecían en cine: ellas mostrando las tetas y revolcadas en cualquier lecho de sexo precoz; y ellos diciendo hijueputa y otras procacidades que estaban excluidas en la caja estúpida.

Ahora el cine está casi por completo desligado a la caja televisiva, aunque algunas producciones insistan en subordinarlo a ella. Todavía hay quienes tienen la manía de pensar protagonistas cinematográficos salidos de las infinitas telenovelas de las noches, pero se ha conseguido independencia y de a pocos se ha ido encontrando un lenguaje y una amplia gama de temas.

Porque si a eso vamos –al monotema por el que suelen fustigar al cine colombiano–, pues es obvio que haya una preponderancia del matar y del contramatar. Es obvio. Bastantes cicatrices llevamos en la piel y en el alma como para pedirle a un cine tan reciente que no se ocupe de ello. No se ya cuántas películas gringas vi. sobre Al Capone y sobre Dilinger; ¿El Padrino fueron cuatro, fueron  seis?; y tampoco recuerdo cuántos filmes se hicieron sobre el racismo estadounidense con el Ku Klus Klan incorporado, ni cuántas películas vimos de las luchas de la clase obrera en Italia, porque todos esos eran temas de los que estaban construidas esas naciones, para no hablar mucho de cuánta cinematografía ha sido dedicada a la aberración del nazismo.

Así que mafias y bandidos en general siempre tendremos en el cine colombiano porque las mafias y los bandidos van para largo. Pero al lado de esas películas, también es de justicia decir que los temas se han diversificado y por ese ramillete variopinto es que se puede hablar de un cine nacional integral. Creo que La Estrategia del Caracol, Bluff o Al final del espectro o Paraíso Travel, han sido aportes claves en la comprensión de la realidad nacional a través del cine y al lado de la infaltable Vendedora de Rosas y de Sumas y de Restas, de Karma, de PerrocomePerro.

Falta, sí, claro, mucho. Y por eso es promisorio el cine colombiano. Ya vendrán películas que nos muestren la arrogancia del burócrata; la perversión y la traición y la corrupción del poder político; el calvario del pobre ante todo lo que se le niega a punta de culata y de estigma y ya vendrán las historias cotidianas, las de ningún trauma, las bobas, las musicales, las ininteligibles, las simbólicas, las crípticas, las latas y las muy latas. Ya vendrán ya vendrán ya vendrán.

No todo es bandidaje y sangre en un cine que de ya tiene público que es lo básico para valorar esta expresión