la consecuencia
sitio de Ana María Cano y Héctor Rincón

Columna | Revista Cambio.
Lo narco clasista.
Octubre 2009.

La que faltaba

Soy de los que no sufre ni se indigna por la abundancia de literatura y cinematografía sobre la mafia y, desde luego, hace rato estoy curado de aquel temor del envilecimiento de la imagen colombiana y nunca me ha entrado la cháchara de lo que van a pensar de nosotros en el exterior cuando vean o cuando lean la clase de criminales que nos tocaron en suerte; en mala suerte.

Creo otras cosas. Creo que literatura y cine y televisión sicarial son un espejo horroroso pero espejo al fin y al cabo en donde nos podemos ver las cicatrices que nos  deja la experiencia aterradora de convivir con estos malandros sin escrúpulos. Escribí en presente porque ese horror está vigente, incluso exacerbado y remasterizado, más brutal que siempre y más habitual que nunca.

Y creo también que al mapa del allanamiento que ha sufrido Colombia por el narco le faltaba lo que acabo de encontrar en una novela cuya lectura me ha conmovido. La Mujer de los Sueños Rotos se titula esta que es la tercera novela de María Cristina Restrepo, quien en sus anteriores libros había escarbado en episodios históricos de turbulentos siglos pasados y con ésta nueva obra cae de fondo a la época aún sangrante de cuando la mafia irrumpió en una sociedad perpleja y mojigata y condescendiente.

El malestar creado por el narco ha tenido suficiente ilustración en la orilla de los sicarios. Las novelas, los reportajes, las películas abundaron por aquellos tenebrosos años ochenta. Víctor Gaviria con su Rodrigo D., y Alonso Salazar con su No nacimos pa´semilla, fueron los primeros en abordar con valentía y con arte esas manifestaciones de una sociedad que echaba a andar por el camino de la vida no vale nada y del muy mascado y muy deprimente postulado de consiga plata mijo; honradamente; si no, consiga plata mijo.

Son innumerables las obras que pintan al gatillero despiadado con escapulario en los tobillos y metralla en las manos. Y demasiadas las que se refieren a la ostentación del dinero mal habido, a los zoológicos particulares, a las mozas pintorretiadas, a las griferías de oro, a la muerte y la muerte entre los mafiosos y de los mafiosos. Después llegó la oleada de las tetonas ficticias porque ya olían a refrito los perfiles de los capos, y ya no tenían gracia las historias de los pistoleros. Así que ahora vivimos la temporada de las grillas usufructuarias de la plata para comprar chucherías a cambio de full disponibilidad para muy previsibles malos polvos.

En esas estábamos cuando aparece María Cristina Restrepo y nos sale con esta novela que cuenta cómo la mafia invade mentalidades y propiedades y ambiciones de la alta sociedad de Medellín. No hay fuego en ella, aunque lo hay. Pero no es su intención ni su tema contar de bombas y de mini-uzis. Es una historia verosímil sobre qué transformación sufrieron los ricos tradicionales de una ciudad casi monacal cuando aparecieron estos mercaderes del vicio y de la muerte, y cómo muchos de esos ricos ancestrales sucumbieron a la seducción de los dólares expeditos. La Medellín contaminada por la plata que empezó a circular con la complicidad de la vista gorda; los traquetos desplegando resentidas estrategias de retaliación contra los ricos; la ciudad dominada por el pánico y por el rumor y en medio de ese infierno una mujer a la que lo que sucede le roza la piel o la hiere mientras sufre el calvario de un matrimonio mal avenido y de un amante pendejo.

La historia que cuenta La Mujer de los Sueños Rotos, magnífica. La escritora, extraordinaria. Con esta nueva novela María Cristina Restrepo pisa duro y consigue un puesto importante en la literatura colombiana. Ya había demostrado sensibilidad y método en sus anteriores novelas. Con esta, por la escogencia temática, por huir de la linealidad, por la construcción de los perfiles, por el lenguaje fluido y porque se mete en difíciles decisiones estilísticas, ratifica su calado. Y todo eso lo agradezco como lector porque, además, con esta novela pude, por fin, salir de un bloqueo. El bloqueo, que es un vacío existencial, que nos deja la lectura del tríptico del sueco Steig Larsson.

Héctor Rincón