la consecuencia
sitio de Ana María Cano y Héctor Rincón

Entrevista a William Ospina.
La Hoja.
Abril de 1999

Medellín, Abril de 1999

William Ospina

Buscador de país

Uno de los intelectuales más comprendidos con este país, él encontró en un poeta del siglo XVI, al primer colombiano que lo fue

Capaz de obsesiones enormes, de leer y escribir días enteros, de entrar en un tema como en un túnel y no salir de él hasta saciar kilómetros de curiosidad. Siente cumplir un deber gozoso cuando hace lo que hace: descubrir personajes, hechos, lugares; piedras en las que está sentada, sin que la tengamos clara, nuestra identidad. Nutrido de la música, él es del Tolima donde sus ancestros la cultivaron como un placer diario; de la poesía en la que comenzó a abrevar siendo joven, William Ospina no para de leer y escribir , como poseso, con una energía que lo alienta y no deja ahondar linderos entre la poesía, la historia, la política, el periodismo, el ensayo, como una casa de corredores comunicados que él transita contento. Procura viajar, salvando un viejo miedo encarnado en el avión, con gusto por conocer ese país diverso que ha leído, intuye y ama. Ahora recorre ciudades al presentar su libro, investigación de años sobre el poeta del siglo XVI que hizo el más fidedigno retrato de la América descubierta y conquistada por los españoles, como alelado poblador de este continente. lo mostró inmenso, pasmoso e indómito, distinto del evangelizado y armado de los peninsulares. 

-¿Cuándo encontró a don Juan de Castellanos?

-Lo había visto mencionado en textos de historia, de antropología, pero no en su dimensión literaria. Cuando fui invitado por la Casa Silva a escribir un primer capítulo de la Historia de la poesía colombiana, me acerqué a él con recelo, precedido por una “leyenda negra”: me sorprendió una obra tan atractiva y tan necesaria. Siempre me había preguntado por qué la Conquista no había dejado una huella en la poesía ni en nuestra cultura ni en ninguna parte del continente. Fue una revelación: en nuestro país y en nuestra cultura con lo desdeñoso que hemos sido con este tesoro cultural, de poesía y de valoración de lo que somos. Con cuánto más no habremos sido injustos…

-En las citas logra mostrarlo bien…

-Quería citarlo más, casi con dolor seleccionaba de aquello tan extenso y rico, un abrebocas que situara a la gente en los episodios. 

-¿Da por sentado que Castellanos es casi colombiano? 

-Él era un poeta de origen español, que después de vivir 70 años en América y sólo 17 en España, es un español que se hizo americano y su testimonio no es una crónica con el punto de vista peninsular, sino una celebración del continente americano. 

-¿Cómo en La Franja Amarilla, toca la política a la poesía? 

-No veo un abismo tan grande entre ellas; tomo la política como la manera de vivir humanamente en una sociedad, porque la política como mera conquista del poder me parece poca cosa. Creo que un ser humano tiene que ser miembro de una cultura y para ello la poesía es un gran elemento de cohesión. Y la poesía, junto con la historia, rehacen el tejido de la comunidad, por eso me interesa la reflexión sobre Colombia y sobre la poesía. Castellanos es un poeta más preocupado por la sociedad que por los líricos que están en la búsqueda de la interioridad. 

-¿Adolecemos de…?

-Nuestro país padece el mal de no estar cohesionado como una comunidad. Lo único que podría superar nuestros problemas y alcanzar metas históricas es si no continuamos colisionándonos como individuos, gastando toda nuestra energía, sin poder avanzar responsablemente en alguna dirección. Carentes de respeto por lo que somos, sin conocer las costumbres ni la tradición, es imposible la cohesión. Sorprende que alguien aquí sintiera el deber, como tiene todo intelectual, de esforzarse en volverse sobre el tejido de la memoria y dar testimonio de su descubrimiento. 

-¿Usted ha huido del caudillismo que padece el país? 

– Valoro mucho la política como para aceptar que sea solo un conjunto de apetitos; emprender una aventura política que no sea para la reconstrucción del país con un proyecto generoso, es una trampa que se están haciendo los que la emprenden con ellos y con el país. Una disputa por votos que no busque una transformación amplia, me parece desdeñable; no creo en la política como alternativa fugaz de figuración. 

-¿Y qué puede hacer?

-Seguir cumpliendo mis deberes literario. Y si cada quien desde su ámbito, en este territorio con esa riqueza, con tanto por hacer para físicos, ingenieros investigadores… no es por falta de oficio que nos podamos quejar. Tengo varios proyectos: un relato de la incursión de los occidentales por el río Amazonas y el sueño de escribir sobre los viajes de Humboldt por América, tras una investigación proporcional a esa aventura. 

-¿A qué sitios se obstina en volver? 

-Lamento mucho no conocer este país tan diverso y muchos de los lugares a los que aludo por referencia a Juan de Castellanos, son sitios que no conozco. Un amigo decía que Castellanos fue el primer colombiano, porque sólo se puede hablar de colombiano después de la fusión europea con lo nativo y él miró con amor minucioso este país: no hay lugar por donde no haya pasado, La Guajira, el Sinú, el Magdalena, el descubrimiento del Chocó, Antioquia, el avance por el sur, la fundación de Popayán, del Nuevo Reino de Granada y los chibchas, el Guaviare… un testimonio de esa vastedad desde el siglo XVI. Los sitios a los que siempre quiero volver son los del norte del Tolima donde nací y donde vivieron mis mayores y donde están muchos amigos, o en Cali donde viví episodios de mi vida. Ahora me interesa menos volver a lo ya visitado. 

-¿Ve alguna cohesión para los intelectuales actuales? – No la veo, cosa que lamento. El papel de los intelectuales colombianos en esta crisis es una conducta coherente con el país donde somos extraordinariamente individuales, donde cada uno es capaz de hacer proezas intelectuales personales pero no colectivas; cada uno encerrado en su discurso, con poco debate y poca confianza en lo que se debe hacer en común. No parece que pueda cambiar en un tiempo breve, aunque es deseable; no sé cuál es el camino para generar pasos verdaderos hacia la construcción de un país distinto. Me esfuerzo con cumplir con lo que siento es un deber, de manera gozosa, y el amor por el país tiende a fortalecerse cada vez que estudio algo de lo que tiene. Cuando madure esas reflexiones sobre esas modificaciones liberadoras que el país puede hacer, escribiré la segunda parte de La Franja Amarilla. En los medios he trabajado cortejando el periodismo; conozco la importancia de los medios como poder e este proceso de formación de la cohesión nacional. No veo que aquí se haya asumido la importancia de los medios como creadores de una conciencia nacional. Los veo más en la función de parasitar la realidad y proliferar sobre ella con un sensacionalismo que a veces lo exige la realidad colombiana, sin percibir la necesidad de estar por encima de las circunstancias para ser verdaderos orientadores.

Abril de 1999.