Decíamos entonces –y lo seguimos diciendo después y lo seguimos diciendo ahora—que La Hoja se fundaba en la justicia con la realidad integral y que con su búsqueda y hallazgo daríamos a los lectores una noción amplia y honda de la Ciudad Vivida por fuera de las noticias catastróficas predominantes.
Lo decíamos. Que no era justo el desdén por el protagonista anónimo de la transformación barrial ni el olvido del acontecimiento crucial pero silente ante los oídos ávidos de bullicio de los medios; que no era justo eso decíamos, decimos, porque estrecha la mirada del lector sobre un entorno rico en señales de vida, muchas veces incluso desgarradoras, pero inadvertidas por el monopolio de las noticias de siempre, de las resabidas, de las remasticadas.
Con esos bríos de descubridores echamos a andar hace quince años ya, pero un andar no por llegar sino por andar mirando bien, con cuidadito, atisbando debajo de las piedras a ver qué, hurgando en una ciudad que vertía fuego pero que producía flores y pensamientos y colores y sonrisas y otros conflictos más vitales que los cotidianos registrados al paso por los medios entrenados en la fugacidad.
Mirados ahora en conjunto los artículos-reportajes-perfiles-entrevistas-columnas-ensayos-caricaturas escogidos para esta imposible antología, La Hoja siente que aquella bandera de conquista de otros terrenos informativos ha sabido estarse. Mantener vivo y vigente el concepto de mirar la ciudad con otros ojos ha sido una tarea feliz porque no de otra manera hemos entendido y ejercido el periodismo que nos propusimos hace todo este tiempo, sin ceder a las tentaciones de las noticias fáciles y más comestibles que quizás nos hubiera conducido a sumarnos a los coros que hacen rentable el oficio.
Hay aquí personajes entrevistados por conceptos no por actualidades; ensayos que ayudan a comprender; reportajes a realidades imperceptibles, perfiles que revelan almas, columnas que van al meollo y no a las primeras páginas, artículos y fotos y caricaturas y viñetas, en fin, que muestran una Medellín poderosa por su quehacer constante, por su constante búsqueda de sentidos de vida más allá de la pesada vida que le tocó en estos tiempos.
Ninguna ciudad en Colombia puede verse de manera tan amplia y tan diversa como Medellín a través de lo que ha sido La Hoja. Ninguna. Y lo decimos con certeza y con orgullo y como parte de victoria de lo que ha sido el ejercicio del periodismo no como un oficio para perpetuar estereotipos, no como una profesión para que prevalezca un establecimiento, sino un periodismo como una necesidad.
Los Editores