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La Hoja,
una necesidad
La pregunta que nos orientó fue ¿dónde está la ciudad? porque no se veía: estaba debajo de los escombros que dejaba la tragedia del narco y que los medios privilegiaban como la única noticia posible. Solo apocalipsis. A partir de ahí y de fortalecer el concepto de qué es y para qué el periodismo local, empezamos a crecer en borrador el concepto de La Hoja. Hasta que la sacamos. Y fueron 16 años (1992-2008) de pasión y persistencia; de satisfacciones y de una lucha cuerpo a cuerpo contra la imposibilidad que nos condujo a la invención de otras maneras de sostener una idea periodística más que atípica: anormal.
En principio fue una idea que nos pareció atractiva porque invitaba a concebir el universo desde la mesa de la casa, como el aforismo de Kafka. Ese reto lo entendimos en algunos países de Europa en donde el periodismo escrito local estaba mirando más que al barrio, a la cuadra. Era la mitad de los años ochenta, vivíamos París los dos con una beca (Ana): ese ya era uno de aquellos saltos triples.
Lo local como foco se quedó prendido aunque las facturas las pagábamos con trabajo en medios nacionales o globales. Y en Bogotá. Pero la localidad que nos ardía adentro y estaba consumida en llamas era Medellín. Vividos los procesos personales que tocaban, dejamos puestos directivos en redacciones poderosas y certezas salariales y nos decidimos por la reinserción a una ciudad esclavizada por el miedo y por el merodeo del apocalipsis.
La Hoja fue una construcción lenta con muchos simulacros de consejos de redacción en los que participaban voluntarios cercanos a la idea; una conversación entusiasta con ciudadanos que nos recibían el concepto y nos devolvían entusiasmo y luces económicas y una búsqueda arqueológica de imprentas artesanales y papeles en retales que nos sirvieran.
Medellín, entre tanto, tronaba. Cartel, sicarios, bombas, muerte. Ante ese monopolio de la tragedia, nos rigieron muchas preguntas/premisas/dudas/certezas: dónde está la ciudad y dónde sus habitantes; hay que salir en su búsqueda y encontrar la esperanza que está debajo de las piedras; el periodismo no debe servir solo para ocuparse de la desdicha; el periodismo tiene que encontrar cómo conquistar audiencias poniendo a la normalidad en su agenda; no hay una crisis de lectores sino de lecturas. Sensibilidad. Asombro. Pasión. E insistir en el concepto que construimos para no ir al camposanto de las publicaciones “raras” que están llenas de intentos valiosos pero que duraron dos meses.
La Hoja de Medellín permaneció activa 16 años. 1992-2008. Parió seminarios, libros, ciclos, fiestas culturales, programas de radio, periódico semanal (La Hoja Metro), agendas, cartillas… Creó La Hoja de Bogotá que estuvo vigente durante 8 años.
Y en todo ese tiempo, en toda esa búsqueda de maneras de ser para decir, primó la consecuencia con lo que pensamos que iba a ser. Y cuando ya no más, cuando ya habíamos jugado el alargue y los penaltis, bajamos el telón y dijimos gracias.
Enseguida hay un montón de articulos de La Hoja como un botón de muestra.
Para conocer La Hoja.
Colecciones completas de La Hoja puede encontrarlas en:
• Biblioteca Luis Ángel Arango, en Bogotá.
• Biblioteca Pública Piloto de Medellín (Sala Antioquia)
• Biblioteca Central Eafit, Medellín (Sala Patrimonial)
• Biblioteca Central Universidad de Antioquia (Hemeroteca)
Cambiamos de formato, de papel, de periodicidad. Este, de papel y de tamaño: nos fuimos al formato universal de revistas. Mantuvimos la solapa.